Esmeralda Ceballos
Desde hace muchos años diversos dramaturgos han apostado por el teatro documental; lo hizo Vicente Leñero con sus textos dramáticos - auspiciados por notas periodísticas-, con los que buscaba reflejar la realidad nacional y sus repercusiones. Más tarde, Rascón Banda lo utilizaría también como recurso en algunas de sus obras, y en últimas fechas Humberto Robles con Mujeres de arena, que trata el tema de las muertas de Juárez.
Y es porque el teatro documental ha funcionado como una forma de establecer una diferencia entre el teatro de autores universales y las problemáticas que la sociedad vive en momentos determinados. Hacerlo no es fácil, pues los recursos de los que se vale, en ocasiones, pueden ser no bien acogidos por el público; sin embargo, su finalidad es confrontar al público con su realidad inmediata y los problemas que les conciernen, y que por comodidad social, prefieren disimularlos como se esconde la basura detrás de la puerta. En Tijuana, desde hace tiempo se abandonó un poco este discurso teatral, Jorge Andrés Fernández, reconocido director de teatro, bajo el método de rompimiento brechtiano, lo acostumbraba, si no en todas sus obras, sí en varios de sus montajes. Continuar leyendo el artículo