jueves, 30 de junio de 2011

Mujeres de arena/Teatro contra el silencio


Noche de viernes, noche de música, de teatro, de cine o de antro. Esta vez elijo el teatro.

“No sales contento de la obra”, fue la advertencia de Luis Antonio Marín (Tonycandil en el gremio). “Te vas con un sabor amargo y te quedas meditando”, concluyó. Y es que “Mujeres de arena”, obra que a penas estrenó en Jalapa pero que ya desde abril se presentó en el concurso Althea en Tulancingo, está basada en los feminicidios de Ciudad Juárez.

¿Cómo tocar un tema como este sin caer en amarillismos, sin concesiones, sin clichés? ¿Cómo hacer propio el dolor ajeno?

Luis me cuenta que su primer contacto con el texto de Humberto Robles fue el año pasado, pues había comprado en la Muestra Nacional libros de la editorial “Los Textos de La Capilla” y leyó ese mientras regresaba Jalapa. Quedó profundamente marcado. Luego, un grupo de jóvenes se acercó a él para que les recomendara una obra, y entonces propuso ésta. El grupo se había enfrentado a dificultades derivadas de los derechos de autor (habían montado una obra sin el permiso correspondiente) y Luis recordó que, además del valor testimonial de la obra, la condición única que el autor ponía para la escenificación de “Mujeres de arena” era que parte de la taquilla fuera donada a la asociación Nuestras hijas de regreso a casa A. C. (http://www.mujeresdejuarez.org/).

“Yo les advertí que no iba a dirigirlos, sino a enseñarlos a guiarse por el texto para darle fuerza al diálogo, encontrar las pautas de actuación, el trazo, etc.” Y añade para puntualizar: “Es la técnica con la que trabaja Paco [Beverido]: no hace ensayos, da clases”. Los actores entendieron enseguida el “efecto dominó” de la historia, el encadenamiento de sucesos, el hecho de que todo está interconectado y de que siempre hay alguien que recibe un golpe del destino de los otros, por lejano que parezca.

El elenco lo forman Alan Silva Blasco Ramos, Zheyra Sofía Vera Castillo, Abigail Ivonne González Hernández, Blanca Abigail Martínez Gutiérrez y Greisy Raigoza Ramírez. Los personajes son las incontables víctimas, familiares y otros involucrados en las desapariciones en la zona norte del país.

No voy a revelar la trama, no hay tal, y la historia ya la conocemos, de leerla en los diarios y escucharla en los noticieros. Solo quiero insistir ante el lector que vale la pena ver “Mujeres de arena”.

El Althea era la primera meta. Este certamen tiene una convocatoria muy similar al Teatro en la Alacena que tenemos en Jalapa; las obras tienen un límite de duración, los grupos no pueden exceder seis participantes y los escenarios deben ser espacios no teatrales habilitados para la ocasión. En Tulancingo “Mujeres de arena” se presentó en el tercer piso de una galería comercial popular, semejante a nuestra Barra China, en una vetusta galera sucia y grafiteada. “Buscábamos un lugar –explica Luis- donde se sintiera esa rancia presencia, encontrar esa sensación como la que te da de niño ver una casa abandonada que vuelves a ver años más tarde para darte cuenta de que sigue igual, porque nadie se ha ocupado de ella”. Eso es lo que ha pasado con las muertas de Juárez, nadie parece ocuparse de ello y algo que ya estaba mal se va deteriorando aún más.

En Tulancingo compitieron contra más de una docena de grupos, casi todos ellos profesionales, y se llevaron todos los premios disponibles.

Aquí se están presentando en el foro La Bodega, sede de la Compañía “Dagoberto Guillaumin”de Teatro Ambulante de la Secretaría de Educación, que está sobre la calle Lázaro Cárdenas que es el camino viejo a Coatepec. También a ese austero espacio se adaptaron, centrándose en la fuerza emotiva del drama que quieren comunicar. En esa noche de estreno, por ejemplo, a media obra hubo un apagón que, dicen, afectó toda la colonia, pero como los actores continuaron imperturbables sus parlamentos los espectadores pensamos que el negro total y la paulatina aparición de veladoras era un efecto deliberado de la puesta. Era, como comentó Luis más tarde, como repetir esa ceguera de las autoridades ante el problema, como un decir no queremos ver lo que está pasando, sin embargo los jóvenes actores prosiguieron con los doloridos lamentos para que no se olviden estos impunes crímenes.

Vuelvo a pensar en lo que Luis me dijo antes de venir a la función: “No sales contento de la obra” Y la explicación: “Esta necesidad de contar historias de mujeres es a causa de esos hombres que no han comprendido el valor fundamental de la mujer. Este montaje es mi forma de decir que si me afecta lo que pasa en Juárez, lo pasa en cualquier lado, que estoy hasta la madre, que esto tiene que parar. Toda la humanidad proviene de una mujer –al menos hasta que se confirme la clonación-. Yo tengo una madre, tengo una hermana, tengo una mujer y tengo ahora una hija. Esto nos atañe a todos”.